La remodelación de las infraestructuras y los servicios ferroviarios en España es una cuestión de necesidad que en este blog siempre hemos seguido con sumo entusiasmo. Frente aquellos que defienden la conservación de un ferrocarril más propio de los años sesenta que del siglo XXI, a cambio de un coste más bajo tanto por el esfuerzo inversor como por los precios de los billetes, nosotros entendemos que la adaptación de este medio de transporte a los tiempos que corren resulta incuestionable.

Habría que plantear dentro de esa corriente de escépticos que les parecería seguir viajando de Vigo a Madrid en un Seat 600 y por la vieja carretera de Castilla, a cambio de regalarles un depósito de combustible. Les parecería un horror, claro está. Bien, al contrario que la carretera, el tren apenas ha mejorado desde entonces pues el trazado y la no electrificación siguen imponiendo las mismas limitaciones que hace 50 años.

La cuestión no es AVE si o AVE no. La cuestión es proponer una red de ferrocarril equilibrada y moderna entre todo el territorio, sea de alta velocidad o sea de tipo convencional. La inversión en la infraestructura necesaria para alta velocidad es superior a la necesaria para el tren convencional y, además, su uso impone costes de mantenimiento mayores. Es por ello que, en parte porque RENFE carece de competencia para ofrecer un servicio más ajustado de capacidad y precio, el billete de AVE sea tan elevado.

En Galicia estamos viviendo un proceso clave en este sentido. El eje atlántico acercará las ciudades de Vigo, Santiago y A Coruña; mientras que la salida hacia Madrid hará lo mismo entre Santiago y Ourense. En lugar de perdernos en localismos y debates victimistas deberíamos centrar nuestros esfuerzos en organizar una malla de transportes coherente alrrededor de esos dos ejes citados.